Para el niño es difícil convertir normas inmediatamente en hechos y se necesita sobre todo auto-control y un modelo claro para llevarlas a cabo. Es decir, si yo pido a los niños que se sienten bien pero yo no lo hago eso es confuso para ellos, por tanto, todos en el aula cumplimos las normas. Por ejemplo, si quiero hablar yo también levanto la mano, y además suele ser más efectivo que gritar. :) Por otro lado como ya he dicho, para cumplir las normas debemos tener control sobre nosotros mismos ya que para no insultar o permanecer en silencio si no lo utilizamos no lo podemos conseguir. Debemos, por tanto, controlar los impulsos. Respecto a esto quiero mostraros una técnica que me ha encantado. - Técnica para trabajar el auto-control Enesta entrada escrita en inglés descubrí una técnica maravillosa para enseñar a los niños qué es el autocontrol. Gracias a "LAS BURBUJAS DEL AUTOCONTROL"Consiste en presentar a los niños las burbujas, tiramos burbujas y lo primero que van a hacer va a ser intentar explotarlas, cogerlas, etc. Pues bien, ahora lo que haremos será decirles que a ver si pueden estarse quietos, no tocarlas, pasar de ellas. Para ellos va a ser difícil porque lo que quieren es explotarlas pero lo conseguirán y así les explicaremos que lo que sucede es que se están autocontrolando. Quieren explotarlas pero no lo hacen. De esta manera podemos trabajarlo para todas las situaciones, cuando queramos hablar y tengamos que estar en silencio tendremos que acordarnos de lo mismo que hacemos con las burbujas, cuando queramos pegar a un compañero y no lo hagamos estaremos acordándonos de las burbujas también, y así para cumplir todas las normas de la clase. Además podemos tener el botecito en clase para cuando alguien necesite un poco de autocontrol bastará con echarle unas gotitas mágicas por encima y listo. ¡¡Es muy efectivo!!
Desde que supe que estaba esperando a mi primer hijo empecé a leer, sobre embarazos, partos, lactancia, crianza, alimentación y a medida que el cachorrito crecía, investigaba y leía lo que caía en mis manos sobre todo lo relacionado con la infancia, la educación, el control de esfínteres, el destete, los límites, la psicomotricidad, las escuelas alternativas, el homeschooling.... y podría seguir y seguir.... Siempre me preguntaba: ¿Cuándo dejaría los pañales? ¿Cuándo comenzaría a hablar? ¿A preguntar el por qué? ¿Cuándo se dormiría sin tomar pecho? ¿Cuándo sería independiente? Pero jamás, jamás de los jamases se me ocurrió leer algo sobre el aprendizaje de la lectoescritura (bueno miento pues leí unlibrito de Freinet) .Tenía más o menos claro, que no era necesario ni conveniente, estimularle con bits ni nada semejante, que respetaría su ritmo(claro que siempre nos resulta más sencillo respetar el ritmo de la liebre que el de la tortuga, aunque finalmente la carrera la gane esta última), que no comenzaría a enseñarle hasta los seis años (aunque en mi fuero interno estaba absolutamente convencida, de que eso no sería necesario ya que un buen día y mucho antes de llegar a esa edad, se pondría a leer él solo) y poco más. Dicen que yo aprendí siendo muy pequeña y al ir al colegio, a los cinco años, ya sabía leer, escribir, sumar, restar. Todo lo básico lo había aprendido en casa y aunque mi madre era maestra, asegura que nunca hizo nada especial para enseñarme, ni me estimuló precozmente, ni utilizó fichas, ni nada por el estilo, sino que fue algo muy natural. Mi niño llegado su momento gateó, anduvo, comenzó a hablar, a preguntar el por qué sobre todo lo divino y humano, dejó los pañales, dejó el pecho e incluso aprendió a patinar, a montar en bicicleta, a subir a los árboles, a conocer las plantas y animales de nuestro entorno etc....Era sorprendentemente precoz para muchas cosas y como todos los niños muy curioso. Desde bebé yo le leía mucho en voz alta y a él le encantaba y me pedía incansablemente más...más...más. Leíamos libros asombrosamente complejos para su edad y ¡los comprendía perfectamente!, hablábamos sobre ellos y en esto y en otros muchos quehaceres, pasábamos nuestros días ¡¡¡tan relajados entonces!!! Una de sus ocupaciones favoritas era y sigue siendo, el estar con libros, siempre tuvo acceso a casi todos los libros de la extensa biblioteca familiar, de bebé los utilizaba para hacer rampas, torres, carreteras, para subirse encima y enseguida comenzó a ojearlos y ocupaba mucho, mucho de su tiempo mirándolos, pasando las páginas, observando las ilustraciones etc… .Fue cuándo cumplió los seis años que caí en la cuenta de que jamás me había preguntado eso que se supone preguntan todos los niños en algún momento: ¿mamá qué pone aquí? O ¿mamá que letra es esta? Ni por supuesto me había dicho que tuviese el más mínimo interés en aprender el arte de la lectura o la escritura. Cuándo le leía en voz alta yo iba pasando mi dedo índice, por la palabra que leía en ese momento y pensaba que de ese modo, rodeado de libros y de amantes de la lectura, sin televisión, con cartelitos por toda la casa y siendo tan “inteligente” (je,je…a ver que madre como Dios manda, no está convencida de lo guapo e inteligente que es su retoño) aprendería prácticamente solo. Pero en este caso ni mi intuición de mujer ni la de madre acertaron y sin saber muy bien como, me vi "obligada" a “enseñar” a mi niño al ver que él no tomaba la iniciativa (ahora no lo haría, pero en esos momentos creo que necesitaba demostrar al mundo que la educación en casa funcionaba y claro permitir seguir siendo analfabeto a mi único alumno no era algo que me otorgase demasiada credibilidad) Y me encontré con un hueso duro de roer, en seguida comprendí que me enfrentaba a una tarea muy difícil pues el muchachito no mostraba interés alguno, no progresaba prácticamente nada, era una tarea casi imposible conseguir que copiase una palabra escrita con letras mayúsculas, no era capaz de recordar como se escribía su nombre, de un día para otro. Yo no podía entender que fuese perfectamente hábil pelando un palo y tallándolo con una navaja y no pudiese escribir una letra legible. Su psicomotricidad era muy buena, se expresaba correctamente, tenía un nivel de comprensión asombroso ¿qué es lo que pasaba? Sólo tenía seis años pero empecé a inquietarme y de repente todos mis intereses oscilaban en torno a la enseñanza y aprendizaje de la lectoescritura y leí todo lo que no había leído antes y me informé y pregunté y probé todos los métodos posibles con mi “conejillo de indias”, bueno tal vez me dejé alguno… y el tiempo iba pasando y mi bebé de siete años escribía su nombre y poco más y fue entonces cuándo en mi búsqueda, me topé con Doman y al leer alguno de sus libros comencé a sentirme fatal por no haber estimulado a mi hijo cuándo era bebé con los bits. Con ese tipo de métodosla madre siempre es culpable, de no haber hecho lo suficiente, de haberlo hecho mal o a destiempo. (Hace unos días leí unartículoque me gustó mucho de Perla y que trata sobre esto que comento) Sentí mucha rabia y frustración pero me dije que nunca es tarde y durante algunos meses comencé a pasarle las tarjetitas e intentaba convencerme de que en breve tendría un lector voraz, le mostraba las palabras religiosamente tres veces al día (insistían en que había que hacerlo de una manera divertida…es ridículo y prácticamente imposible hacer que algo tan aburrido y monótono sea ameno o divertido para los niños) Yo saltaba, cantaba, hacía el tonto y me abstenía como asegura Doman de preguntar a mi hijo ¿qué pone aquí? Pero él me decía de vez en cuando ¿para qué hacemos esto? con una cara de resignación el pobre….pero a los seis o siete meses ya no podía aguantar más y decidí comprobar qué había aprendido y cuando le mostré el cartelito que ponemamáescrito en enormes letras rojas, se quedó mirando el cartel como la vaca que mira al tren y me dijo: “no se” y yo con desesperación:¡¡¡¡ hijo inténtalo!!!! Y entonces arrugaba el ceño y decía como adivinando: “pone amam, no no pone aamm, no espera pone maam…y al rato decía ah!!! Pone mamá. ¡¡Bueno!! Pensaba yo que soy optimista por naturaleza....“parece que esto no es tan rápido como aseguran pero…" ”al día siguiente era lo mismo y al siguiente y al otro….” En seguida abandoné por puro aburrimiento, era un método tan frío, tan artificial, tan absurdo....siempre lo sentí así, (aunque he de reconocer que a mucha gente le ha ido bien con él), pero cuándo alguien está desesperado se aferra a un clavo ardiendo…y yo con razón o sin ella lo estaba, había mucho de orgullo, de mi autoestima (no ser capaz ni de enseñar a un niño a leer), el qué dirán, mis expectativas que no coincidían con la realidad…. Entonces pasé un momento de crisis total, pues de la misma manera que al principio pensaba que el niño me tomaba el pelo, ahora se me metió en la cabeza que mi hijo debía tener un grave trastorno y pasé de considerarlo superinteligente a creer que era retrasado mental. Recuerdo como lloraba y martirizaba a mi marido (él siempre decía que le dejase tranquilo, que era taaaan pequeño) Repasaba mentalmente todo lo que hubiese podido traumatizarle de bebé y seguía culpabilizándome por todo, por aquél día que le dejé llorar, por no haberle cogido más, por haber tenido otro hijo tan pronto, pero tampoco encontraba nada tan sumamente grave, que hubiese podido causarle un trastorno de semejante gravedad. A todo esto la presión externa era terrible, casi todos (en el entorno familiar, los de fuera se mantenían lógicamente, al margen de la “tragedia”) consideraban que era extremadamente espabilado e inteligente y si seguía siendo analfabeto era por tener una madre irresponsable, que se obstinaba en no llevarle al colegio donde le enseñarían. Pero llegó un momento en el que el escándalo era tan grande que ya no se hablaba de ello, ya nadie preguntaba si Salvador leía o no, era como un estigma o una vergüenza que todo el mundo conoce pero de lo que no se puede hablar. Algo así como las madres solteras de antaño.... Sobre los ocho años empezó una etapa mucho más relajada pues yo ya había perdido toda esperanza y solo esperaba el “milagro”, me abandoné pues ya no se me ocurría de qué modo podía ayudarle. Empezó a ir a catequesis de primera comunión y me sorprendió que lejos de sentirse mal por no tener el mismo nivel que sus compañeros, enseguida destacó por ser el único que “sabía latín”, por conocer el nombre científico de plantas y por saber tantas cosas. (Los niños homeschoolers desde bien pequeños llaman la atención por su originalidad, no es que tengan más conocimientos que los niños escolarizados, sino que saben cosas diferentes a las que marca el MEC) Me preguntaban a qué colegio iba y al decir que se educaba en casa, se sorprendían gratamente y me comentaban lo maduro, educado y responsable que era. Por entonces también contacte con personas maravillosas que me dijeron que casi con toda seguridad Salvador podría ser disléxico (nunca le he llevado a ningún especialista). La verdad es que tenía algunos de los síntomas y realmente este “diagnóstico” me tranquilizó mucho (y a toda la familia) ya que no era por mi incompetencia, yo no lo había hecho tan mal, sencillamente era que él tenía un don y que veía el mundo de otra manera y necesitaba aprender de otro modo. Einstein, Edison, Leonardo Da Vinci, Walt Disney, o Graham Bell eran disléxicos y habían tardado mucho a aprender a leer y escribir. De nuevo volví a pensar en mi hijo como un genio, eso si un genio despistado, caótico y maravilloso…Entonces y muy poco a poco dejó de preocuparme si leía o no, si invertía las letras y me convertí en su secretaria. Me di cuenta de que no pasaba absolutamente nada por leerle los enunciados de los problemas de matemáticas y que gracias a la lectura en voz alta mi hijo tenía acceso a la cultura igual o más que cualquier otro niño de su edad y empecé a convencerme de que efectivamente algún día leería fluidamente y que aunque así no fuese, tampoco pasaría nada .Al fin y al cabo a todo el mundo no tiene porqué gustarle lo mismo, hay personas que jamás leen un libro y no por eso son menos felices o peores personas. Ahora mismo acaba de cumplir nueve años, en realidad es aún muy pequeño, no necesita para nada ni la lectura ni la escritura (para eso me tiene a mi). Escribe de una manera digamos que aceptable y lee muy despacio y con evidente dificultad por lo que sigo leyendo todo lo que me permite la vida.... para él y sus hermanos. Ahora lejos de ver esto como un problema, es una bendición ya que mi hijo escucha a Cervantes, a Machado o a Tolkien… autores que se hacen muy cuesta arriba a un niño de esa edad si no hay quién se los lea y siempre pienso que si hubiese empezado a leer por su cuenta a los cinco o seis años, casi con toda seguridad yo no le habría leído tanto, pues tal vez él mismo ya no lo demandase. Al fin y al cabo así ha sido a lo largo de los siglos, la cultura siempre se transmitió de manera oral… Me gusta al empezar a leer, ver los ojos de mis niños abiertos como platos, sentir como disfrutan de los libros, el entusiasmo que les producen nuestras excursiones a la biblioteca, las largas conversaciones que fluyen gracias a las lecturas y no hemos de olvidar que el que ríe el último ríe mejor. Y “resumiendo” esta es la historia de un lector.